Historias de Aetérnum - Los orígenes de los caballeros varegos

1 de junio de 2022
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tradición

A un día de viaje de Ocaso, la carretera de Oxboro era más segura que aquellas más profundas en tierras salvajes. Unos cuantos de nosotros que íbamos por los caminos de Bosque Luminoso hacia Ocaso nos habíamos reunido durante el trascurso de la pasada hora conforme los matices morados del sol se disipaban dando paso al profundo azul de la noche. Fui el segundo en llegar, y me topé con el campamento de una comerciante de pieles a la que conocí antes por el camino. Ella ya había hecho una hoguera, dando tregua al frío aire del atardecer. Me uní a ella, ofreciéndole algunos ingredientes de mi fardo, y comenzamos a preparar un guiso de verduras y carne de venado. No mucho después, se acercó un hombre bastante agitado, diciendo ser un aprendiz de herrero que se dirigía a Ocaso para perfeccionar su artesanía. Al principio se mostraba cauteloso, pero aparentemente bastante aliviado de encontrar la seguridad ofrecida por otros viajantes.

Cuando los últimos rayos de sol apenas eran visibles, un cuarto viajante irrumpió en el campamento en silencio pero con seguridad, saludando mediante una inclinación con la cabeza de forma educada y moviéndose para calentar sus manos en el fuego. Tenía barba y, aunque era claramente un hombre de pocas palabras, sus ojos transmitían sabiduría y conocimiento. Nos sentamos y charlamos durante la última hora o así mientras disfrutamos del guiso bajo la luna creciente.

Llegó la oscuridad, el cielo era de un profundo e intenso azul y la reluciente luna destacaba las volutas de nubes en el aire.

El fuego crepitó, y mis ojos vislumbraron un rastro de chispas ascendentes en la noche. Al notar el intenso brillo del fuego iluminando los árboles cercanos, sentí un nudo que empezaba a crecer en mi estómago. Normalmente, un fuego más grande debía ser bueno para mantener a los espectros y los lobos no deseados lejos del campamento. Ahora, la columna de humo y el brillo más intenso te ha hecho más visible de cara a los despiadados habitantes nuevos en estas zonas de Aetérnum: los caballeros varegos, crueles e implacables en su reciente conquista.

«¿Alguien sabe exactamente cómo de lejos hacia el sur está el puesto de avanzada de los varegos?» Dije, expresando mi preocupación conforme el nudo crecía. Mi suerte no durará siempre. Me topé con ellos en combate antes y, aunque había salido ileso hasta el momento, aún debía cruzar espadas con un caballero de cierto renombre. Hasta los soldados de infantería de entre sus filas eran sin duda expertos en batalla.

«En esta zona...», la comerciante de pieles hizo un gesto hacia el Obelisco destrozado, haciendo una espiral en el cielo hasta nuestro sur, antes de continuar diciendo: «... Están principalmente ahí abajo». Parecen estar sobre todo interesados en las ruinas. Se dice que buscan algún tipo de forma de progreso creada por los Antiguos.

El herrero levantó la mirada nervioso, encontrándose con nuestros ojos. «Eso no es exactamente lo que yo he escuchado», dijo. «Se están expandiendo por Aetérnum. Parecen buscar varias cosas, reliquias, según he oído. Artefactos poderosos ocultos por la tierra».

El viajante barbudo asintió. «Oye, eso tiene más sentido, conociendo su historia». ¿Ha oído hablar de ellos antes? Ningún aventurero que haya conocido antes lo ha hecho.

«¿Qué historias sabes?» Pregunté, mi curiosidad despertó.

«Antes de llegar aquí», los ojos del viajante exploraron las tierras salvajes de Aetérnum antes de volver a posarse sobre el crepitante fuego. «Estaba orgulloso de mi conocimiento sobre el mundo. Estos caballeros, como se llaman a sí mismos, han labrado un sangriento sendero a través de las páginas de la historia».

«Empezaron como saqueadores norteños, expoliando, robando y buscando riquezas por cada esquina del norte de Europa. Parecían ser como otros grupos de vikingos a lo largo de los años, pero algo cambió tras décadas de expansión y robo de riquezas desde los países del norte. Parecían estar menos interesados en el control general de la tierra, y más centrados en sus ataques. Como si estuvieran buscando algo».

«Sus ansias de poder cambiaron, del control de la tierra al control del auténtico poder: un poder que trascendía aquello que la humanidad podía alcanzar. Sus incursiones empezaron a tener como objetivo a las fuerzas del Imperio bizantino, de forma bastante específica. A pesar de lo fuertes que eran, parecían incapaces de igualar a los enormes y numerosos ejércitos bizantinos. Pero eran astutos, y se dieron cuenta de que había otras formas de alcanzar sus objetivos. No mucho después, acoplaron a un grupo de sus guerreros más fieros al imperio bizantino. Este grupo, astuto, sediento de sangre y brutal, se labró el ascenso entre sus filas, ganándose el favor de los emperadores a lo largo de la historia. Se convirtieron en una guardia de élite, siendo a menudo los primeros en entrar en la batalla».

«Lo que muchos parecían pensar es que estaban aprovechando el conocimiento del Imperio bizantino para hacerse con artefactos de gran poder procedentes de todo el mundo. Y parece que dicha búsqueda de poder es lo que los trajo a las orillas de Aetérnum».

El viajante se detuvo antes de pronunciar unas últimas palabras. «Veo sangre y batalla en abundancia en el futuro de Aetérnum. No son de los que rinden. Si su despiadada incursión no logra un objetivo, sus astutos líderes encontrarán otra forma».

La preocupación era visible en algunos de nuestros rostros en torno al fuego. Nos sentamos en silencio por un instante. ¿Un minuto? No... ¿diez? Finalmente, desabroché mi armadura, ajusté mi capa en torno a mis hombros y me tumbé, con mi espalda hacia el fuego.

Justo después de cerrar los ojos, el viento trajo débilmente un grito desolado, como si me susurrase a través de la cima de los imponentes árboles y mirase hacia abajo en la húmeda hierba. Mis músculos se tensaron y unos escalofríos me recurrieron el cuerpo. ¿El aullido de un lobo, o algo más? A juzgar por la distancia, no importaba. Expiré y relajé mi cuerpo, y mi mente pasó página rápidamente.

Un cruel y astuto enemigo. Mucho más astuto que el Sindicato, más ducho en batalla que los merodeadores y con más sabiduría que la Alianza de las fuentes antiguas de poder y artefactos sagrados.

Al fin, los inquietantes sonidos de la noche de Aetérnum eran una preocupación secundaria; solo podía pensar en las consecuencias de la historia del viajante conforme conciliaba el sueño.

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